martes, febrero 03, 2009

Hoy, o ayer...

Ya sé que esto se acaba pasando. Se le acaba pasando a uno. El efímero entusiasmo de lo imposible, la caída en la torpeza infinita, esa que huele, de vez en cuando, a ilusión. El empuje de los trozos repartidos de lo que he acabado siendo; en realidad, de lo que siempre fui, hoy más separados que entonces, ayudando dificultades distanciosas, cada vez más distanciadas.

Intento recogerme los pedazos y así prosigo mis caminos; uno aquí, otro allá. Y de tanto en tanto experimento el espejismo de tenerlos todos cerca, asequibles, no perdidos, alegremente próximos unos de otros.

La caída en el espejismo es reconfortante, aún después de darme cuenta de que los castillos que he creado se alimentan y tambalean sólo de alucinación y ansias perdidas. Después de todo, la decepción también nos recuerda que seguimos estando vivos.
Morimos rápido, sólo tenenemos que escuchar a nuestro cuerpo. Y no me importa, sólo pido a cambio sentir, sentir. Los extremos del sentir, sólo eso.

viernes, enero 11, 2008

De la letra extraviada


Como un pequeño apunte interesante, recomiendo a los perdidos y perdidas que hayan caído por estos lares virtuales la lectura de las obras de Miguel Espinosa Gironés, escritor murciano aún no del todo reconocido (el mito del genio aún atrae a los semicuriosos).

Moderna y criticadora de lo moderno, la dicotomía de Espinosa se yergue, como bien él mismo dice, entre la necesidad y la casualidad: una pugna imposible de resolver definitivamente, un hermoso paradigma para concebir las cosas de estos mundos. Por necesidad él es un griego antiguo; por casualidad, o azar o fatalismo o como se lo quiera llamar, no es un griego antiguo. Y pensando un poco comprendemos que esta paradoja es susceptible de extenderse a prácticamente todo lo que ocurre y, por definición, es: lo que es, es así gracias al choque entre su necesidad y su casualidad. La propia vida, la probabilidad que maneja esa ciencia tan profunda que es ya filosofía.

Destrozando instituciones y académicos de fruslería, Espinosa inevitablemente vive y muere pobre, que no miserable. Un ejemplo para ver qué caro es el precio de la crítica inteligente.
Y en fin, no digo más, que él habla desde su poética mejor que yo lo pueda hacer.

Lectura recomendable donde las hay, para quien busca divertirse leyendo y encontrando nuevas formas de expresión literaria tan originales como provocadoras.


Si se quiere más información, puede accederse a algunos de sus escritos aquí:


http://www.um.es/acehum/principal.htm


Que lo valiente de vosotros y vosotras lo disfrute!

viernes, octubre 12, 2007

Quizá el riego es lo que necesitan las palabras, para florecer y multiplicarse, a veces de forma insustanciosa o banal, otras revelando secretos y realidades cuajadas que necesitan ver un filo de luz o de materia para aliviar el dolor de las semillas ya rotas de las que proceden.

Sin ningún tipo de aspiración, estampo en este sitio ideas que a pocos más que a mí os importan. La única intención real es paliar ciertas tensiones irremediables que se dibujan casi sin ayuda entre mis sienes y me estiran las neuronas con preguntas y respuestas no siempre concordantes, y por supuesto, carentes de la condición de linealidad, sólo empujadas por una cierta intuición direccional.

Es, de hecho, una bella imagen pensar en las palabras y las frases como entes que se elevan buscando, a veces, una fuente de luz, a la vez que afianzan sus asideros en lo oscuro de la tierra honda. No deja de haber cierta tensión entre esos movimientos contradictorios, desviados; recuerda a una sencilla y eficiente simetría de lo vivo.

Aunque cada día es más difícil defender ideas e idealismos, náufragos como somos en la información refragmentada y líquida que nos viene ahogando poco a poco, gota a gota, empapando cada poro receptivo, durmiéndonos calladamente los sentidos, la imaginación, las tensiones.


------
El único paisaje que vivo de constante levanta piedra y cemento endiosado, industria y metal y hierro loco. Paredes, solo paredes y ángulos rectos, esquinas o rincones, aspiraciones a lo abstracto mal acabadas (ya que en el mundo no hay esquinas ni rincones). El poder de los humanos para remodelar el medio destruyendo sus encantos, encajando las raíces de sus árboles entre tubos de gas y otras canalizaciones plomáceas. El cemento es aquí un ser semivivo que crece y se come la tierra y se bebe su humedad, de paso firme e irreparable, parásito traidor y consumiente. Todos los colores son artificiales, estampados en plásticos casi volubles que nos siembran las necesidades de banalidad. Lo sencillo no cabe en este falso horizonte, todo está embrollado y necesita de una decodificación artificiosa e insolentemente circunstancial. No sé qué estoy haciendo aquí, aletargando mi cabeza en la pérdida de tiempo del descifrado necesario para sobrevivir entre las líneas de la ostentación humana.





martes, agosto 21, 2007

Mitologías

También resulta curioso notar cómo la sociedad necesita y recurre, aún hoy, a los procesos de mitificación.

En un entorno que se autodenomina (o autodomina) posmodernista, no deja de haber numerosas referencias a los mitos y linealidades que, al fin y al cabo, son más fácilmente entendibles por la gran mayoría de la gente. Lo curioso es que en teoría esos mitos y linealidades constituyen las bases de casi todas las condiciones de lo moderno.

Se nos presentan hoy en día a la manera de microestructuras, y esto nos despista hasta el punto de pensar que las grandes historias y los grandes personajes están pasados de moda, o dicho de otra forma; pasados, por modernos.
En este mundillo postmoderno cada cual quiere ser un gran personaje, un héroe solitario, y recurrimos para ello a las teorías de la postmodernidad, a los dependes y a la importancia de lo pequeño, que ya ha desbancado a lo grande (el argumento que predomina en defensa de esto es que lo pequeño, de hecho, conforma lo mayor).

Es cierto que el sujeto, por definición, relativiza los fenómenos que ocurren en su entorno. Otra cosa es caer en el relativismo como justificación a cualquier conducta, y parece que, poquito a poco, hacia ahí vamos caminando. Porque una de las palabras que definen más escuetamente y mejor, desde mi punto de vista, la posmodernidad, es esa: depende.

Pero claro, hoy el sujeto es algo ya confuso y contradictorio, como cualquier concepto, porque está sujeto a ciertas condiciones de las cuales, otra vez, depende.
Pues vaya lío.

Puede que la creencia en la posmodernidad haya traido consigo herramientas necesarias para la completitud del entendimiento de algunos fenómenos... herramientas que deconstruyen y, en definitiva, destruyen, teorías y metateorías que se habían expuesto anteriormente. Quizá el problema es que se ha quedado allí, en el derribo indiscutible de lo que iba sustentando desde la creencia hasta la fe de muchos colectivos occidentales. No propone la creación, la construcción, como utensilios indispensables; hoy nos encontramos en demasiadas ocasiones con pseudoconstrucciones que destacan a pesar de su condición insustancial: es más facil ver una torre mediocre levantada entre ruinas que avistarla entre grandes estructuras.

Por otra parte, como decía antes, las referencias míticas, las estructuras narrativas de siempre, siguen ahí, porque son más asequibles y lo que importa en un sistema neoliberal es el mercado, por encima de cualquier otra cosa; cuanta más masa en una sociedad abarque un producto, mejor para la empresa que lo promueve. Las tipologías raciales, de clase, etc., en las que se organiza el mercado son sólo superficiales: debajo de ellas está la comprensión de los conceptos, y ésta no deja de ser nunca un reflejo más o menos perfecto de las tipolgías míticas y narrativas que el mercado sabe que siempre funcionan.

Entre otras muchas cosas, cuando un ultraconservador como D. Bell hacía apología de lo posmoderno, lo menos que puedo hacer ahora es desconfiar de lo que, en definitiva, estaba vendiendo.

Y aunque yo sea muy ignorante en muchas de estas cuestiones, con mis escasos recursos tengo hoy la impresión que escribo aquí, que no considero trascendente ni, del todo, elocuente. Qué contradicción. Lo posmoderno no deja sitio al idealismo, lo comprime en una circunstancialidad que lo vuelve nimio y le sustrae sentido. No puedo evitar luchar, pensar, en contra de algo así.




miércoles, mayo 30, 2007

Qué curioso es notar que uno está vivo. Suavemente, sin grandes empujones, dejándose ir a merced del viento de los propios alrededores, con sus tumultos esponjosos y algunas alteraciones que ni tan sólo rozan lo dramático o lo arbitrario.
Lo vivo es blando, cálido, amorfo. Buscamos el reflejo de las ideas en nuestro mundo de conceptos construidos, de segmentos necesarios. Y más perdidos que encontrados, vamos chocando una y otra vez unos con otros, rebotando en nuestra viscosa languidez descontrolada.

...

Un día no quedará nada de nuestros alientos, de nuestros recuerdos, de nuestros reflejos. Ni de nuestra flaccidez. Seremos duros como los conceptos, tan falsos y duros como ellos. Tan lejanos de la realidad tangible y caliente, caducados en el nicho de lo atemporal, idealizados y rígidos, por fin coherentes estructuras posadas en la nada.

lunes, diciembre 04, 2006

Dunas

Todos esos sueños, sospechas, dudas, caprichos.. las dunas del pensamiento, cambiantes a merced de la suerte del viento.

Tengo que darles forma, modelar como el escultor sobre la roca virgen, o sobre la volubilidad y la inconstan
cia de las mareas de arena.

¿Soy un escultor de arena en dunas?.
¿El dique que contiene las corrientes peligrosas en la costa?. Porque el pensamiento, como es libre, igual que la marea enamorada de la tierra, también puede ser peligroso.

¿Es esto, las sensaciones, un final? ¿un principio?

Sólo necesito saber la tendencia, sólo una aproximación. Eso ayudaría a facilitar las decisiones.
(27-1)

¿Hacia dónde apunta el destello de la huída? ¿Por qué siempre escapar?
Queremos encontrar las palabras que dice A. Pärt en Fur Alina, saber decir la calma y la vuelta a lo fundamental. Para que el soplo de viento sea más brisa que vendaval, para que no destrozen el azar y las cadenas las figuras que habíamos creído moldear, ni lo que había detrás, dentro, de esas estatuas. Ahora en mi jardín se levantan muchas formas de ceniza, vulnerables al peso de mis propias miradas. Como en un otoño atravesado, tantas hojas de ceniza se dejan caer deshaciéndose antes de poder llegar al suelo. Una tras otra.

(imagen retocada: A.Andrew González)



Caducada

Había una vez una idea que no pudo salir nunca de los límites acuosos de su placenta.
Quería nacer, pero el espacio y el tiempo la confinaban en la burbuja insostenible de lo tan abstracto que no es nada. Ya sin cordón que la ligara afuera de esa burbuja, se aisló en el líquido amniótico y se quiso ahogar con él. Pero tampoco podía hacer eso.
Estaba acostumbrada a respirarlo.
Flotaba inerme como un niño, cansada, obsoleta ya. Flotaba vieja, suspendida, giraba contínuamente en histéricos intentos de darse a luz. Nonata, en espera, en la espera interminable de salir de su celda insoportable.
Tuvo que morir de grande, sin haber sido nunca un reflejo de la luz de afuera. Murió de esperarse, de su propia sensación de no estar ya en el tiempo que tocaba. Había sido un aborto de la consciencia, un imposible más, un objeto muerto desde el principio de su gestación.

viernes, noviembre 10, 2006

Regalo

Hoy me han hecho un regalo significativo, un regalo que desde hace tanto tiempo llevaba esperando. Me vuelvo, me hago un ovillo, pienso... ¿cómo son de grandes las motivaciones? Siempre luchando contra esta indiferencia que me ha comido las entrañas, que desde hace un tiempo me viene dejando yermo, estéril. La comodidad, un ramalazo de conformismo que vino un día a apaciguarme y se quedó dentro de mí, haciendo de mi turbulenta cabeza un mar de aceite plácido y sin olas. Sin exigencias, o con las exigencias limitadas a la sola y llana posibilidad... cuando yo siempre había exigido más que eso.
Tanto tiempo necesitando batallar no con el otro, sino conmigo. Como en los malos tiempos.
Y ahora de repente un sencillo objeto me da la vuelta. Me hace acordarme de lo ridículo que fui y de cómo disfrutaba siéndolo. Me habla de cómo detonaba los recuerdos más lejanos, el dolor y la angustia, y de cómo giraba en asimétrica impertinencia todo eso en letra llana, dándole una forma trágica e inconsistente pero satisfactoria, porque darle forma era un parto sin asistencia, un alumbramiento que me liberaba de ellos.


Por supuesto que escribí también cosas desde la más completa felicidad, desde la consecución de todos mis anhelos. Pero quizá esa es una fuente que se agota, ya que después de encontrar lo que más busca uno en este mundo puede caer en la cuenta de que ya no le queda nada importante por buscar. Y eso es la muerte, la inanición del espíritu. Mientras tanto, la contradicción y el mal parecen ser manantiales continuos de los que beber para transformar su alimento en ráfagas de símbolos.
Quizá no debiera ser así, pero así está comprobado gracias a esta hermosa facultad de mitificación que los humanos disfrutamos. No hubo genios maltratados, nosotros los hicimos así. Quizá sólo fueran personajes descalabrados incapaces de aguantar la hipocresía de su propio tiempo; porque la de su sociedad se vería lapidada luego para revelarlos como tales. Pero eso, en realidad, da lo mismo. Ellos -y ellas- no son meras referencias, son casualidades ocurridas que han tenido el privilegio de la trascendencia.

¡Me gustaría tanto poder compartir las cosas que escribía sin la traba del prejuicio de los celos, sin la predisposición a juzgar a las personas a quien iban dirigidas! Sólo juzgar la letra, la expresión, la manera en que mis cosas fueron dichas...

Ahora me enfrento a un objeto que quizá no sepa a buena ciencia cual es el impacto de su presencia… pero detrás del objeto hay una intención, una que busco agradecer desde hace años. Un gran símbolo, una encrucijada. Toda una dimensión que redescubrir.


(gracias)