viernes, noviembre 10, 2006

Regalo

Hoy me han hecho un regalo significativo, un regalo que desde hace tanto tiempo llevaba esperando. Me vuelvo, me hago un ovillo, pienso... ¿cómo son de grandes las motivaciones? Siempre luchando contra esta indiferencia que me ha comido las entrañas, que desde hace un tiempo me viene dejando yermo, estéril. La comodidad, un ramalazo de conformismo que vino un día a apaciguarme y se quedó dentro de mí, haciendo de mi turbulenta cabeza un mar de aceite plácido y sin olas. Sin exigencias, o con las exigencias limitadas a la sola y llana posibilidad... cuando yo siempre había exigido más que eso.
Tanto tiempo necesitando batallar no con el otro, sino conmigo. Como en los malos tiempos.
Y ahora de repente un sencillo objeto me da la vuelta. Me hace acordarme de lo ridículo que fui y de cómo disfrutaba siéndolo. Me habla de cómo detonaba los recuerdos más lejanos, el dolor y la angustia, y de cómo giraba en asimétrica impertinencia todo eso en letra llana, dándole una forma trágica e inconsistente pero satisfactoria, porque darle forma era un parto sin asistencia, un alumbramiento que me liberaba de ellos.


Por supuesto que escribí también cosas desde la más completa felicidad, desde la consecución de todos mis anhelos. Pero quizá esa es una fuente que se agota, ya que después de encontrar lo que más busca uno en este mundo puede caer en la cuenta de que ya no le queda nada importante por buscar. Y eso es la muerte, la inanición del espíritu. Mientras tanto, la contradicción y el mal parecen ser manantiales continuos de los que beber para transformar su alimento en ráfagas de símbolos.
Quizá no debiera ser así, pero así está comprobado gracias a esta hermosa facultad de mitificación que los humanos disfrutamos. No hubo genios maltratados, nosotros los hicimos así. Quizá sólo fueran personajes descalabrados incapaces de aguantar la hipocresía de su propio tiempo; porque la de su sociedad se vería lapidada luego para revelarlos como tales. Pero eso, en realidad, da lo mismo. Ellos -y ellas- no son meras referencias, son casualidades ocurridas que han tenido el privilegio de la trascendencia.

¡Me gustaría tanto poder compartir las cosas que escribía sin la traba del prejuicio de los celos, sin la predisposición a juzgar a las personas a quien iban dirigidas! Sólo juzgar la letra, la expresión, la manera en que mis cosas fueron dichas...

Ahora me enfrento a un objeto que quizá no sepa a buena ciencia cual es el impacto de su presencia… pero detrás del objeto hay una intención, una que busco agradecer desde hace años. Un gran símbolo, una encrucijada. Toda una dimensión que redescubrir.


(gracias)

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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martes, 24 noviembre, 2009  

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