Caducada
Había una vez una idea que no pudo salir nunca de los límites acuosos de su placenta.
Quería nacer, pero el espacio y el tiempo la confinaban en la burbuja insostenible de lo tan abstracto que no es nada. Ya sin cordón que la ligara afuera de esa burbuja, se aisló en el líquido amniótico y se quiso ahogar con él. Pero tampoco podía hacer eso.
Estaba acostumbrada a respirarlo.
Flotaba inerme como un niño, cansada, obsoleta ya. Flotaba vieja, suspendida, giraba contínuamente en histéricos intentos de darse a luz. Nonata, en espera, en la espera interminable de salir de su celda insoportable.
Tuvo que morir de grande, sin haber sido nunca un reflejo de la luz de afuera. Murió de esperarse, de su propia sensación de no estar ya en el tiempo que tocaba. Había sido un aborto de la consciencia, un imposible más, un objeto muerto desde el principio de su gestación.
Quería nacer, pero el espacio y el tiempo la confinaban en la burbuja insostenible de lo tan abstracto que no es nada. Ya sin cordón que la ligara afuera de esa burbuja, se aisló en el líquido amniótico y se quiso ahogar con él. Pero tampoco podía hacer eso.
Estaba acostumbrada a respirarlo.
Flotaba inerme como un niño, cansada, obsoleta ya. Flotaba vieja, suspendida, giraba contínuamente en histéricos intentos de darse a luz. Nonata, en espera, en la espera interminable de salir de su celda insoportable.
Tuvo que morir de grande, sin haber sido nunca un reflejo de la luz de afuera. Murió de esperarse, de su propia sensación de no estar ya en el tiempo que tocaba. Había sido un aborto de la consciencia, un imposible más, un objeto muerto desde el principio de su gestación.
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