Quizá el riego es lo que necesitan las palabras, para florecer y multiplicarse, a veces de forma insustanciosa o banal, otras revelando secretos y realidades cuajadas que necesitan ver un filo de luz o de materia para aliviar el dolor de las semillas ya rotas de las que proceden.
Sin ningún tipo de aspiración, estampo en este sitio ideas que a pocos más que a mí os importan. La única intención real es paliar ciertas tensiones irremediables que se dibujan casi sin ayuda entre mis sienes y me estiran las neuronas con preguntas y respuestas no siempre concordantes, y por supuesto, carentes de la condición de linealidad, sólo empujadas por una cierta intuición direccional.
Es, de hecho, una bella imagen pensar en las palabras y las frases como entes que se elevan buscando, a veces, una fuente de luz, a la vez que afianzan sus asideros en lo oscuro de la tierra honda. No deja de haber cierta tensión entre esos movimientos contradictorios, desviados; recuerda a una sencilla y eficiente simetría de lo vivo.
Aunque cada día es más difícil defender ideas e idealismos, náufragos como somos en la información refragmentada y líquida que nos viene ahogando poco a poco, gota a gota, empapando cada poro receptivo, durmiéndonos calladamente los sentidos, la imaginación, las tensiones.
Sin ningún tipo de aspiración, estampo en este sitio ideas que a pocos más que a mí os importan. La única intención real es paliar ciertas tensiones irremediables que se dibujan casi sin ayuda entre mis sienes y me estiran las neuronas con preguntas y respuestas no siempre concordantes, y por supuesto, carentes de la condición de linealidad, sólo empujadas por una cierta intuición direccional.
Es, de hecho, una bella imagen pensar en las palabras y las frases como entes que se elevan buscando, a veces, una fuente de luz, a la vez que afianzan sus asideros en lo oscuro de la tierra honda. No deja de haber cierta tensión entre esos movimientos contradictorios, desviados; recuerda a una sencilla y eficiente simetría de lo vivo.
Aunque cada día es más difícil defender ideas e idealismos, náufragos como somos en la información refragmentada y líquida que nos viene ahogando poco a poco, gota a gota, empapando cada poro receptivo, durmiéndonos calladamente los sentidos, la imaginación, las tensiones.
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El único paisaje que vivo de constante levanta piedra y cemento endiosado, industria y metal y hierro loco. Paredes, solo paredes y ángulos rectos, esquinas o rincones, aspiraciones a lo abstracto mal acabadas (ya que en el mundo no hay esquinas ni rincones). El poder de los humanos para remodelar el medio destruyendo sus encantos, encajando las raíces de sus árboles entre tubos de gas y otras canalizaciones plomáceas. El cemento es aquí un ser semivivo que crece y se come la tierra y se bebe su humedad, de paso firme e irreparable, parásito traidor y consumiente. Todos los colores son artificiales, estampados en plásticos casi volubles que nos siembran las necesidades de banalidad. Lo sencillo no cabe en este falso horizonte, todo está embrollado y necesita de una decodificación artificiosa e insolentemente circunstancial. No sé qué estoy haciendo aquí, aletargando mi cabeza en la pérdida de tiempo del descifrado necesario para sobrevivir entre las líneas de la ostentación humana.
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